
Cómo vencer el calentamiento global
La principal causa del calentamiento global no es el CO2
Aquí la tiene:
Es posible que las declaraciones de los siguientes párrafos escandalicen a algún lector. Nada más lejos de mi intención. El objetivo de este texto es, simplemente, mostrar la realidad tal y como es…y no como nos gustaría que fuera.
Hace unos 16 años que me intereso de cerca por el calentamiento global y lo analizo bajo distintas perspectivas. Sin embargo, cuanto más pasa el tiempo, más remota me parece la posibilidad de que el CO2 sea la causa principal de este fenómeno.
Durante los últimos mil millones de años, la Tierra ha vivido varios periodos glaciares. En todos estos periodos las tasas de CO2 han sido muy superiores a las actuales. Por ejemplo, hace 450 millones de años, las tasas estaban cerca de ser 15 veces superiores a las que tenemos hoy... ¡en pleno periodo glaciar! Me parece un buen motivo para poner en duda la hipótesis que sitúa al CO2 en el centro del cambio climático.
Muchos científicos consideran que el calentamiento global es fruto del aumento del CO2 atmosférico, simplemente porque perciben que las curvas del calentamiento y del CO2 son paralelas durante los últimos años.
Sin embargo, sería más razonable centrar la atención en el paralelismo entre el aumento de las temperaturas y la actividad humana en general.
Es cierto que la actividad humana produce CO2, pero hay muchos más factores implicados en el aumento de las temperaturas. La actividad humana también está en el origen de muchas otras causas que pasan a un segundo plano si consideramos que el CO2 es el lobo feroz, el único culpable. Esta forma de ver las cosas deja de lado otras posibles causas. ¡Es la situación perfecta para cometer errores y tomar decisiones dramáticas!
En realidad, las causas son múltiples. El CO2 solo representa uno de los muchos elementos que intervienen en el delicado equilibrio termal del planeta. Sin embargo, hay un elemento más importante que pasa desapercibido. Un elemento cuya situación ha sido modificada por algunas actividades humanas.
Observando el entorno y la naturaleza es fácil percibir, a simple vista, algunos fenómenos de causa-efecto. Le invito a desarrollar su sentido de la observación y a aplicar el sentido común. Así podrá obtener usted mismo las pruebas necesarias y comprender lo que voy a explicar en los siguientes párrafos.
Aquí le propongo una de las primeras comprobaciones que puede realizar con facilidad, y que tal vez incluso ya haya llamado su atención:
Salga a dar un paseo por el bosque en pleno verano, entre los grandes árboles, especialmente durante una ola de calor. Se dará cuenta del envolvente frescor del ambiente, más sobrecogedor cuanto más alta y densa es la vegetación. Sin embargo, al salir del bosque, las temperaturas son más elevadas; todavía más en las ciudades.
Los bosques densos contribuyen a la evaporación del calor
Los grandes bosques en los que los árboles no han sido talados, y que han podido alcanzar grandes alturas, reducen significativamente la temperatura global del planeta, siempre y cuando ocupen una parte considerable del suelo.
Sin embargo, estamos en plena fase de desertificación del planeta. Por una parte, se está produciendo una desertificación natural que ocurre muy progresivamente desde hace miles de años. Pero, por otra parte, estamos asistiendo a una desertificación acelerada ocasionada por la actividad humana, que juega un papel fundamental en el fenómeno del calentamiento global.
La desertificación eleva las temperaturas
¿Por qué?
Hay dos motivos principales por los que los bosques contribuyen al descenso de las temperaturas. El primero, cuya importancia suele pasar inadvertida pese a ser el más importante, es el ciclo del agua. El segundo es el efecto de las zonas sombrías.
No incluimos aquí la capacidad de los árboles de absorber el CO2. En realidad, esta capacidad queda en un segundo plano comparada con el efecto refrescante que produce la evaporación del agua por el follaje y las ombrías, que tiene mucha más importancia. Gracias a este efecto, se impide que el suelo capte demasiado calor y, por consiguiente, lo almacene.
Estamos desertificando el planeta, principalmente, para conseguir cultivos. La eliminación de los bosques en beneficio de los campos de cultivo reduce de forma significativa el impacto del ciclo del agua.
El follaje de los bosques respira y evapora mucha agua. Podríamos decir que transpira. Esta transpiración tiene exactamente el mismo efecto que la transpiración en el ser humano: permitir su refrigeración.
La evaporación del agua de la superficie de las hojas sigue el mismo mecanismo que los frigoríficos convencionales: la temperatura desciende donde se produce la evaporación.
La superficie del follaje no es proporcional a la influencia que ejerce en el suelo donde se encuentra el árbol en cuestión, ya que multiplica –o más bien centuplica- la superficie de evaporación.
Cuando varias miles de millones de hectáreas de bosques transpiran, el efecto de refrigeración tiene un impacto muy relevante sobre el equilibrio termal del planeta. Si, por el contrario, dos tercios del espacio terrestre están desérticos o han sido convertidos en campos de cultivo, no debería sorprendernos que la temperatura global aumente varios grados.
¿Quiere profundizar más? A continuación, propongo otra observación que resulta muy ilustrativa sobre este asunto:
En las latitudes templadas del planeta, al final del invierno, es posible observar que las temperaturas suben muy deprisa, hasta volverse casi veraniegas. Al inicio de la primavera, los árboles de hoja caduca recuperan su verdor y las hojas crecen. Después, a medida que el follaje se amplía, las temperaturas vuelven a bajar. En este punto vuelven a aparecer las heladas matinales, la pesadilla de los arboricultores. Es la dura ley de la naturaleza... por desgracia para ellos. Seguidamente, la primavera continúa, a menudo con lluvias y temperaturas más bajas que unas semanas antes, a pesar de que las horas de sol van aumentando. Es el ciclo del agua que recupera su vigor, transportando el calor hacia las capas más altas de la atmósfera, haciendo bajar drásticamente la temperatura del suelo.
Follaje con refrescantes
Gracias a este hecho, es posible constatar el poder del efecto de refrigeración del follaje.
Aunque una gran parte del ciclo del agua se genera por la evaporación de los océanos, otra parte muy importante de este ciclo se debe a la evaporación del agua por el follaje. Sin embargo, la contribución de este factor se reduce cada vez más por culpa de la deforestación causada por algunas actividades humanas.
Al comprender esto, nos daremos cuenta de que una de las peores medidas que podemos tomar para combatir el calentamiento global es utilizar los conocidos como biocombustibles o biocarburantes. Este es el ejemplo más típico de un error de decisión con consecuencias dramáticas.
Para empezar, los biocarburantes no se producen de forma «bio». Muy al contrario, su producción ocasiona una terrible deforestación completamente contraproducente. En lugar de luchar contra el calentamiento climático, ¡lo aceleran!
Otro de los elementos que más inciden negativamente en el cambio climático es el cultivo de campos para alimentar al ganado.
La alimentación basada en una elevada cantidad de productos animales es, sin ninguna duda, la actividad humana que mayor responsabilidad tiene en el calentamiento global. También es una de las principales causas de un gran número de enfermedades del mundo occidental. Comer animales en exceso es como matar dos pájaros de un tiro: perjudicamos a nuestra salud y a la salud del planeta al mismo tiempo.
Aunque el ser humano es en parte carnívoro, el consumo de carne necesario para tener buena salud y no padecer carencias de ningún nutriente es diez veces inferior al consumo habitual de carne de la mayoría de la población mundial.
Un americano consume de media 123 kg de carne por año. Un europeo, cerca de 100 kg. En realidad, de 5 a 10 kg por año son suficientes para conseguir todos los nutrientes necesarios para disfrutar de una buena salud. El exceso de productos animales se vuelve terriblemente perjudicial y participa en gran medida en la explosión del cáncer, de las enfermedades cardiovasculares, de la hipertensión, de los problemas articulares y de muchas otras enfermedades de nuestra civilización. Es cierto, el exceso de productos animales no es el único responsable de todos estos males, pero es un factor importante. El exceso de productos con un índice glucémico elevado –como los azúcares, las patatas y los cereales en general- también juega un papel fundamental en estas enfermedades, especialmente en la diabetes y la obesidad.
En definitiva, aumentar la proporción de verduras (y frutas) que componen nuestra dieta habitual tendría unos beneficios extraordinarios. Nos ayudaría a gozar de una mejor salud y, además, devolveríamos a la naturaleza dos tercios de sus campos, recuperando los bosques. Haciendo esto, podríamos comenzar a revertir el calentamiento global.
Otra medida muy importante consiste en reducir la natalidad de la población humana. La existencia de más de siete mil millones de individuos sobre el planeta es insostenible para el equilibrio ecológico. La única manera de regular una población sin ocasionar sufrimiento es disminuyendo su tasa de natalidad. Sin embargo, la humanidad se reproduce demasiado, lo que no puede ser sostenible a largo plazo. Y, para evitar el sufrimiento ocasionado por el resto de mecanismos (naturales o no) de limitación de la población, la única forma indolora de atajar este problema es reduciendo la natalidad. Cualquier otro método –como las hambrunas, las guerras, las epidemias,...- es cruel y bárbaro.
En cualquier caso, no es necesario llegar a esos extremos. Será suficiente si todos hacemos un pequeño y razonable esfuerzo. Esto no significa ‘no reproducirse’... simplemente bastará con no reproducirse ‘en exceso’. De este modo, podríamos aspirar a un hermoso futuro.
En cuanto a la agricultura, se trata de reconsiderar el modelo agrícola y ofrecer muchas más frutas y verduras para reemplazar una gran parte de productos de origen animal y cereales. El mercado de la alimentación no corre ningún riesgo: ofrecer un tipo de alimentos en lugar de otro no hará que las ventas bajen. Solo son las formas y las opciones de producción las que necesitan una revisión.
Otro aspecto importante: calentarse con madera, al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, no es una buena solución contra el calentamiento global. En el peor de los casos, estamos contribuyendo a la desertificación; en el mejor de los casos, aunque permitamos que los árboles crezcan, no les damos tiempo de crecer lo suficiente para que su impacto sobre el ciclo del agua y el efecto de las sombras sea considerable.
Los bosques que se utilizan de forma regular para obtener madera son mucho menos eficaces en la lucha contra el calentamiento climático. Compruébelo usted mismo: dé un paseo en pleno verano en un bosque cuyos árboles no sobrepasen los 10 metros de alto, y otro paseo en un bosque cuyos árboles parezcan inmensos. Seguro que percibe una gran diferencia de temperatura.
La calefacción y el aire acondicionado consumen muchísima energía. Lo mejor es aislar las viviendas al máximo, mucho más de lo que las normas recomiendan, incluso dos veces más si es posible. Es una de las mejores inversiones que puede hacer. Saldrá ganando en el plano económico en pocos años. Además del enorme ahorro de energía realizado con el paso del tiempo, también se dará cuenta que la instalación o la renovación del sistema de calefacción será menos costosa. En fin, la comodidad será mucho mayor y, por si fuera poco, estará ayudando al planeta. ¡Todo son ventajas!
El calentamiento global no es inevitable. Cada uno puede colaborar activamente para reducirlo siguiendo las recomendaciones propuestas más arriba. Es cierto que los poderes públicos son los que más capacidad tienen para actuar: no solo pueden imponer impuestos sobre las actividades más perjudiciales, también pueden legislar para reorientarlas. La primera medida debería ser detener rápidamente la producción de biocarburantes, acabar con la deforestación y reforestar todas las zonas donde se cultivan.
Los biocarburantes son, sin duda, la solución más contraproducente que existe para luchar contra el calentamiento global, y desde aquí le invito a no utilizarlos.
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Fred Cyliski
4 marzo 2019